viernes, 7 de septiembre de 2007

Arma de cañón corto



Pedro Díaz G.


No se conformó con amenazarla constantemente. Debía actuar. Había sido su esposa pero ahora sólo la veía en el juzgado, cuando ella le gritaba, cuando le infería constantemente su desprecio.
El amor se fue.
Pero él se aferró a la idea y, pistola en mano, le exigió su querer obligatoriamente. "Reconciliación o muerte". Por repetirle por enésima vez una negativa, pero además, por haberse atrevido a levantar una demanda en su contra, detonó la ira del sargento.
Catalina caminaba hacia su casa, en la Calle Primera 84, cuando su ex esposo, el hombre que prometió cuidarla hasta el fin de los tiempos, sin mediar palabras, lo hizo:
El sargento Esteban Díaz Basora desenfundó su arma de cargo y la vació. Súbitamente los 29 años de la mujer cayeron al suelo envueltos en esa sangre que no dejan de señalar con asombro los vecinos.
Con otro disparo él se quitó la vida volándose los sesos.
Alguien lo vio.
Y referirá: que el sargento tenía un año de no vivir con ella, que ese día estaba esperándola en el billar de Juan Rincón, que la vio por la ventana, y que salió decidido a su doble encuentro con la muerte.
Que nadie lo detuvo.

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