viernes, 7 de septiembre de 2007

A toda candela



Pedro Díaz G.

Sucedió en una casucha de la vereda de Vergara, en el departamento de Cundinamarca, en Colombia, y justo cuando su esposo partió a abastacerse en el pueblo.
Solitaria, caminó hacia la estación de gasolina, llenó su ánfora, volvió a casa, y desde esos momentos percibió el corrosivo aroma de la muerte.
Su ataud aún huele a hidrocarburo.
Tenía 65 años.
Se roció desde la cabeza y luego se prendió con un encendedor.
No era la primera vez que intentaba acabar con su vida.
Pero por fin se liberó de sus problemas mentales, de las fuertes depresiones.
Del yugo de vivir así.

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