martes, 25 de septiembre de 2007

Se llamaba Pedro Díaz



Pedro Díaz G.

Su nombre era Pedro Díaz. Fue dominicano, vivía en Nueva York, pero decidió una tarde de septiembre acabar con su vida de manera grotesca.
¿Se imagina usted lo atroz, lo perturbante que debe haber sido?: cuentan algunos de sus familiares que lo vieron darse a sí mismo un sinfín de puñaladas en el pecho.
El cuchillo filoso, punzante, abría la piel, desaparecía, volvía a emerger entre borbotones de sangre para penetrar una vez más y otra y otra el tórax de este joven al que, lo confirma su madre, no le respondían las neuronas.
"Sufría transtornos mentales".
Pedro pasó sus últimas horas en Brooklyn, y a sus 19 años a los primeros que metió en problemas, tras la decisión, fue a sus propios familiares y vecinos.
"De verdad no fue un crimen", argumentaron ante los oficiales de la policía que llegaron al barrio neoyorquino. "Estaba mal de la cabeza desde siempre..."
Eran las 4 de la tarde del sábado cuando la policía irrumpió en la humilde vivienda en el 1567 de la avenida Dekalb. Ahí estaba él, inconsciente y con múltiples estocadas en el torso.
Nadie cree en la versión inicial. Sobre todo porque amigos y familiares no ocultan el nerviosismo; no se les desaparece del rostro.
“Aquí no hubo ningún crimen, él se suicidó”, vociferaba una mujer. "Pedro tenía problemas siquiátricos desde hacía muchos años".
Nadie sabe por qué lo hizo.
Pero en Brooklyn desde este sábado todos se han vuelto sospechosos de asesinato.

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